La trinidad fiscal imposible
Ramón Núñez Ramírez
El “trilema” o
“trinidad imposible”, hipótesis derivada del modelo Mundell-Fleming, indica la
imposibilidad de un país lograr simultáneamente tres objetivos de política
económica: una política monetaria autónoma, un tipo de cambio fijo y libre
movilidad del capital. De igual forma en materia de política fiscal hay también
una “trinidad imposible” que es pretender baja presión tributaria, déficit
fiscal controlado y aumento del gasto.
En materia de
política económica la autonomía de la política monetaria es la posibilidad de
aumentar o reducir las tasas de interés como reacción a la inflación o a las
recesiones; el segundo objetivo, tipo de cambio estable, es que se eviten
fuertes fluctuaciones para no afectar negativamente las decisiones de gasto o
inversión de los agentes económicos, y la tercera, que no requiere explicación
en este mundo globalizado, es la plena movilidad de los capitales. Los países a
lo sumo pueden alcanzar dos de esos tres objetivos.
En el caso de la
política fiscal en nuestro país diferentes sectores claman por un déficit
fiscal bajo para que no aumente el endeudamiento, lo cual es un objetivo
saludable, especialmente si el país presenta una elevada relación deuda/PIB. Ningún
sector quiere más impuestos, mientras el país exhibe una relación muy baja
recaudaciones/PIB. El tercer objetivo fiscal es, como aspiramos a un buen
sistema educativo, sistema de salud universal y gratuito, seguridad ciudadana,
política social para reducir la pobreza y además inversión en infraestructura;
entonces es necesario aumentar el gasto. Como en la “trinidad imposible”, solo
se pueden alcanzar dos objetivos.
De partida queda
descartado aumentar el gasto con mayor déficit pues este se financia con
endeudamiento externo e interno y el país debe mantenerse en la senda de la
consolidación fiscal. Entonces, si es necesario aumentar el gasto para mejorar
una serie de sectores, no hay otra alternativa que incrementar la presión
tributaria por lo menos a niveles del promedio regional y, por supuesto, seguir
mejorando la calidad del gasto.
En 2012 la
presión tributaria promedio en Al y el Caribe ascendió a 19.7% del PIB,
mientras en RD fue de 13.4% del PIB. El gasto total promedio en AL y el Caribe
fue de 25.1% del PIB y en RD de 19.4%. Para este 2013 los estimados
presupuestarios apuntan a una presión tributaria de 14.6%, pero si se analiza
el comportamiento de las recaudaciones en el primer semestre (estuvieron casi
parejas con el estimado gracias a los ingresos de la amnistía fiscal, el
adelanto del sector financiero etc.)tenemos que concluir que en el mejor de los
escenarios la presión tributaria apenas llegará al 14% del PIB.
¿Y qué nos dice
la aritmética presupuestaria? Si sumamos para 2014 el 4.4% para la educación,
2.9% intereses de la deuda pública, y dejando los mismos porcentajes de este
año, por lo demás insuficientes, para salud, asistencia social y seguridad
social totalizan 3.8% del PIB, y para subsidio de energía el 1.8% del PIB,
tenemos que solo esas partidas consumen el 12.9% del PIB.
De haberse
implementado la última reforma tributaria, como fue concebida inicialmente, la
presión tributaria para 2014 debió rondar el 16% del PIB y aun así cuando se
restan las partidas anteriores, resulta que el Gobierno solo contaría con 3.1%
del PIB para justicia, ministerio público, policía, militares, agricultura,
turismo, gastos de capital y otros más.
¿Como pagar
mejores salarios a los jueces, fiscales, policías, militares, médicos? ¿Como
enrolar más personas en la seguridad social y los planes sociales del gobierno?
¿Como seguir construyendo hospitales, viviendas, carreteras, acueductos?
Definitivamente
todas esas aspiraciones, genuinas, no se podrán satisfacer sin un incremento
sostenido de la presión tributaria y los sectores representados en el Consejo
económico y Social deben hacer conciencia de la necesidad de un pacto fiscal
que efectivamente diseñe un sistema tributario menos regresivo, con mayor base
y con la posibilidad de incrementar la presión tributaria a los niveles que permita cumplir con las metas
de la Estrategia Nacional de Desarrollo.
Si no se logra
ese pacto, o los gobiernos seguirán haciendo parches fiscales o las
administraciones solo contaran con recursos para el gasto corriente, cero inversiones
públicas, y olvidemos las metas de la END.