Cierre de nuestro año fiscal
Por: Kilssy Méndez
Es contagiosa la algarabía que se siente en el ambiente de cada hogar en el mundo que festeja la navidad, comenzado el mes de diciembre. Cientos de luces de colores tintineantes, decoraciones de la época y nacimientos que representan el origen del niño Jesús hacen que sobren las ganas de compartir, de estar en familia, de ir a una que otra fiesta, intercambiar obsequios, dar y recibir amor, pero sobretodo de estrenar cosas nuevas, para vestirnos de expectativas frescas en el año que está a punto de comenzar.
Durante el día 31 de diciembre, por ser el último del año, experimentamos una combinación de alegría y nostalgia, impregnado con un toque de esperanza. Empezamos a valorar qué tan bueno o malo ha sido, qué nos faltó, qué nos sobró y qué nos quitó el año que finaliza, deseando con todas las fuerzas del corazón que el entrante sea mucho mejor, aunque no tengamos de que quejarnos.
En este sentido, funcionamos como algunas empresas al iniciar nuestro año fiscal el día primero de enero y lo cerramos el 31 de diciembre, siendo estos 12 meses y el comportamiento que tengamos durante ellos, lo que determinará nuestro crecimiento, triunfos y las metas que nos trazaremos para el próximo, siempre apostando por más y mejor. Tanto así que en ocasiones nos detenemos a mitad del año, después de varios contratiempos, deseando que termine pronto, para darnos una nueva oportunidad y volver a empezar.
Pero muy al contrario de valorar nuestro proceder en este lapso, empezamos a preguntarnos qué tan malo o bueno fue, que de por sí, no tiene ninguna variación, ya que consta de los mismos 12 meses, 52 semanas, 4 estaciones y 365 días, un ciclo que regresa una y otra vez, aumentando un número y sumando un año más de vida para los que están trabajando en sus proyectos, porque para los que aún no han comenzado a decidir qué hacer, es uno menos de oportunidad.
Así que siendo justos no hay años buenos ni malos, todo depende de nuestra actitud para que sea negativo o positivo, porque aunque hayan perdidas involuntarias, esto si nos manejamos como una empresa estructurada y definida, entraría en la parte de los riesgos que sabemos, se corren en la vida, que escapan a nuestros deseos y que hagamos lo que hagamos, pasarán.
Por ende es tiempo ya de organizarnos, vivir agradecidos con Dios que nos demuestra su misericordia en todo tiempo, de apostar por una mejora personal con una actitud siempre positiva, de encarar los problemas que al fin y al cabo tendrán siempre una solución, dejar ir el pasado que ingratamente se despidió para nunca más volver, tener la vista fija en nuestras metas reales y cuando el sol nos pegue en la cara, defendernos con una mano al frente sin desviar la vista de nuestro objetivo final.
¡Feliz año 2014!