Bienvenido Heredia
Creí que ya había perdido
la capacidad de asombro, la cual es una virtud exclusiva de los humanos,
pero la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional me ha dicho que no
es así, que mientras estemos vivos veremos cientos de acontecimientos,
expresiones y dislates que nos dejarán de espanto.
Los traidores
de la Patria teorizan con todo tipo de argumentos “antirracistas” para
justificar su posición anti-nacionalista y anti-patriótica (porque
nación y patria no es lo mismo). Están llegando al colmo de amar a Haití
y odiar a su país.
Es harto sabido que la política migratoria es
exclusiva de cada Estado y que, ningún otro país u organismo
internacional, por más tratados que hayan sido firmados, tienen la
facultad de imponer medidas que vulneren ese derecho inherente a la
función que tiene el Estado de regular sus políticas internas. La
política migratoria es esencial para garantizar la seguridad y la
soberanía de una nación o país.
Lo primero que hacen los traidores
a la Patria es desconocer que las fronteras terrestres son límites
territoriales vulnerables, que presionan de manera inconmensurable a
los países colindantes cuando la situación socio-económica de éstos es
total o parcialmente desigual. Es decir, los habitantes del país con
mayor nivel de pobreza se van al o a los países con mejor situación
económica. Ahí están los ejemplos de países como Nicaragua, Honduras,
etc. , para quedarnos en nuestra Región. Pero cada país de esos tiene
reglas muy claras y rígidas con los que entran a sus territorios en
busca de mejor vida. Los nicaragüenses que entran a Costa Rica en busca
de trabajo deben tener un permiso laboral y tienen que regresar a su
país tan pronto termina su labor. Algunos nicas regresan cada día a sus
hogares.
En Estados Unidos, España, Francia y otros, las reglas
migratorias son tan rígidas que si alguien logra su residencia legal en
uno de esos países y luego quiere nacionalizarse, debe demostrar que no
mintió al momento de aplicar para obtener su residencia, porque de lo
contrario se expone a ser deportado.
Es cierto que cientos de
miles de dominicanos andan buscando vida en otros países, pero los que
logran llegar de manera ilegal andan a escondidas para no ser
descubiertos y deportados. ¿Quién protesta cuando deportan un dominicano
por asuntos de papeles?
¿Quién le dice a Estados Unidos o a
España que nacionalice a todos los ciudadanos de otros lares porque
tienen muchos años residiendo en esos países?
Además, ¿es lo mismo
llegar a Estados Unidos o a España desde República Dominicana que pasar
desde Haití para este lado? ¿Cuántos dominicanos logran llegar en un
año a Norteamérica o a Europa? ¿Cuántos haitianos pasan cada día hacia
nuestro territorio?
¿Qué pretenden los traidores de la Patria, que
abramos las fronteras para que los hermanos haitianos terminen de
deforestar la Isla?
Para los amantes de Haití (haitianófilos) la
sentencia del TC es violatoria de los derechos humanos de los haitianos
que viven de manera ilegal en el país y para los hijos de ilegales
nacidos aquí, pero no ven lo mismo en el hecho de que el Estado Haitiano
tiene a casi 8 millones de ellos sin identidad legal, puesto que no
tienen ni siquiera acta de nacimiento. Ese es un genocidio civil que los
anti-patriotas dejan de lado. Es una atropellante violación a los
derechos humanos de sus connacionales, pero los “revolucionarios”
pro-haitianos no lo ven y mucho menos lo protestan.
El Estado
Dominicano tiene que aplicar sus leyes. Así como reclamamos que los
criminales, los ladrones del erario público, los violadores y otros
delincuentes se les aplique la rigurosidad de las leyes, debemos
reclamar que se apliquen nuestras leyes migratorias con rigurosidad y
que se regularice definitivamente el estatus de todo extranjero que
inmigra a nuestro territorio, sea cubano, italiano, peruano o haitiano.
Los
traidores han creído que condenando una sentencia soberana están
defendiendo una posición ideológica “revolucionaria”. La pena es que no
se les oye exigiendo a España, Francia, Canadá y Estados Unidos, que
ayuden a los haitianos en su propio territorio para que su gobierno le
dote de los documentos legales que los identifiquen como seres vivos
civilmente existentes y que, además, ayuden a Haití a desarrollar una
estructura económica que elimine de la dieta diaria en los hogares
pobres de aquel país el consumo de galletas de lodo.
¿Saben los
antipatriotas que en Haití todavía hay cerca de un millón de
damnificados del terremoto de enero del 2010 (hace justamente 4 años)
viviendo bajo carpas, porque ni su gobierno ni los países aliados han
hecho lo posible por resolver esa situación infrahumana y de lesa
humanidad?
Una cosa que nos queda muy clara en este enriquecedor y
definitorio proceso, es que el Estado, los políticos y los ricos de
Haití, igual que sus aliados de este lado del río, son ingratos y
practican doble moral. Hay algunos que se han atrevido a justificar la
invasión que padecimos durante 22 años de parte del gobierno haitiano
de 1822 y que los trinitarios independentistas fueron unos
malagradecidos. Vaya, que afrenta!
Por esas afrentas, las cuales
debemos enfrentar con coraje, concluyo con una expresión del Padre de la
Patria, Juan Pablo Duarte: “Nunca me fue tan necesario como hoy tener
salud, corazón y juicio. Hoy que hombres sin juicio y sin corazón
conspiran contra la salud de la Patria”.