sábado, 26 de abril de 2014

LA MAS GRANDE DE MEXICO! No se le dice Doñita a la DOÑA. María Félix fue grande entre las grandes del cine

No se le dice Doñita a la DOÑA

Bernardo Hernández| El Universal
12:56Sábado 26 de abril de 2014
. (Foto: Especial )
Ataviada con los relámpagos de un estilo sin par, "La Doña" cala hondo en el imaginario colectivo y juega rudo en la arena del ‘glamour'
Fue durante la secundaria cuando la descubrí o, mejor dicho, me convertí en uno más en la larga lista de sus seguidores. Nuestro profesor de literatura nos había encomendado la tarea de realizar un trabajo de investigación que abordara el tema del cine y las letras. La escuela a la que yo asistía, Centro de Integración Educativa (CIE), era de "izquierdas", por lo que, como era de esperarse, todos mis compañeritos se pusieron a escribir como posesos sobre Andréi Tarkovski, Serguéi Eizenshtéin, Felipe Cazals o Arturo Ripstein. 
 
Cuando el profesor se enteró que había seleccionado a María Félix como tema de mi investigación, me puso una reprimenda de Padre y Señor nuestro. De snob y frívolo no me bajó, y me "invitó" a que recapacitara, pues aseguraba que con su orientación podría encontrar un tópico más adecuado. Una vez que el profesor acabó su amonestación, parafrasee a "La Doña": "No me gusta que me ayuden, puedo equivocarme solo". Acto seguido, abandoné el salón de clases decidido a escribir el mejor trabajo de toda la escuela. No sé si lo logré, pero lo que sí obtuve fue un pasaporte para acceder a la vida de una mexicana universal, una diva en toda la extensión de la palabra, un monstruo sagrado que rebasó la pantalla grande y transformó el mundo en un escenario para imponer su ley.
 
TODA LEYENDA TIENE UN INICIO
"María Félix ha nacido en muchas fechas, pero siempre en el mismo lugar", escribe Paco Ignacio Taibo I en el libro María Félix: 47 pasos por el cine. En efecto, la propia María estimuló durante mucho tiempo esa nube de vaguedades y contradicciones; sin embargo, un documento oficial señala el nacimiento de María de los Ángeles Félix Güereña el día 4 de mayo de 1914, en la ciudad de Álamos, Sonora. 
 
"Cuando María llega al cine mexicano parece como si el panorama fuera el más adecuado para que una mujer de su tipo hiciera una aparición sensacional. Isabela Corona era la gran actriz; Gloria Marín, la belleza mexicana; María Elena Márquez, la juventud ingenua e inexperta; Dolores del Río, la mexicana que había aceptado, por patriotismo, abandonar Hollywood; Andrea Palma, ese cierto misterio que los directores no acababan de descifrar. Faltaba la mujer que negara la servidumbre tradicional y folclórica de la hembra de México, faltaba la belleza agresiva, la acción desprejuiciada. El hueco era tan manifiesto que parecía estar llamando a una nueva presencia que no se vislumbraba. María se fue haciendo a la idea de que esa ausencia sólo podía ser cubierta por una sola persona: ella misma", apunta Taibo I.
 
Los años pasaron y la vida concedió a "La Doña" todo cuanto ella misma se prometió. El cine no sólo la hizo famosa, la hizo tal como la recordamos. Del cine tomó la fama y el dinero, pero también personalidad, estilo, vigor y altivez. "Pasa María por el cine aprendiendo de sus personajes y fingiéndose ella misma un personaje más, hasta el punto de que realidad y ficción se mezclan. Los films de María la mienten o la exageran, la falsean y la hacen ridícula en ocasiones, pero cada paso de la estrella es un paso hacia adelante, superando a la mala película, dejando al lado el cine para moldear su propia mitología", escribe Taibo I. 
 
Sus películas pueden ser malas, sus personajes acartonados, pero María se asoma por encima de tanto fracaso y se convierte en una presencia extraordinaria. Seamos sinceros: poco importan los argumentos, las historias o los oropeles de sus cintas; lo que cuenta es verla a ella. "María va arrastrando envidias y desconsuelos; va invadiendo la zona de las nuevas estrellas para decirles que así no se hace, que así nunca se hizo, que ella es la última. Que después, nada", puntualiza Taibo I.
 
UN ROSTRO PARA LA ETERNIDAD
Con "La Doña" todo empieza y termina con un magistral close-up. Su configuración facial es la marca registrada de una diosa que no sabe de limitaciones ni de fechas de caducidad. Pierre Philippe escribe al respecto: "Un rostro nacido en la lejanía, que deja entrever, detrás de un maquillaje desmesurado, la tonalidad india y la elasticidad de una piel en unas facciones tomadas de una máscara maya. Un rostro hecho a medida para los primeros planos, un rostro de facciones hieráticas en el que las fascinantes pinceladas de las cejas son las alas de un ave negra que acecha a su presa. Colérico o casi imperceptible, el temblor intenso de los ojos transmite todo el sentimiento que un diálogo involuntariamente inexistente no puede expresar, porque la boca es jugosa como fruto maduro, pero desdeñosa. 
 
"No hay duda, es el rostro de una dominadora, de una cazadora. Las mandíbulas casi no se abren ni para sonreír, casi nunca para reír francamente y sin tabúes. Es cierto que las diosas de ese talante no se prestan fácilmente a compartir ‘lo propio del hombre' con sus congéneres; prefieren partirles el corazón, maltratar su cuerpo y destruir su alma. Y como en todas las buenas historias, en la nuestra también hay un defecto que humaniza a la divinidad olímpica, a nuestra belleza venusiana, que no es indisociable de la de la austera Juno: la infancia maliciosa ha dejado como recuerdo en tanta fría armonía la travesura de un lunar en el centro de la mejilla izquierda, un detalle inesperado, una bendición para los maquilladores que tendrán el placer de trabajar sobre esa máscara implacable y perfecta, ocultándolo o resaltándolo según el personaje, más o menos provocador".
 
VESTIDA PARA MATAR... O MORIR (DE ‘GLAMOUR')
Su sola presencia provocaba parálisis, asombro, envidia o admiración. En sus películas o fuera de ellas, María siempre fue la pieza central, la protagonista de una historia en la que el lujo, la sofisticación y la audacia estética delinearon una silueta elegante. Su porte fue, por lo tanto, el mejor aliado de cualquier atuendo. Gloriosa en las creaciones de Armando Valdés Peza, Beatriz Sánchez Tello, Lilian Oppenheim, Aurora Máinez, Tao Izzo y Carlos Chávez, María logra en el terreno de la moda lo mismo que en el ámbito cinematográfico: inventar un carácter propio e irrepetible, ajeno a cualquier comparación y superior a las tendencias en boga. 
 
En el extenso guardarropa de "La Doña" -conformado por su vestuario fílmico y las piezas que vistió en las grandes ocasiones- hay una palabra clave que lo dice todo: estilo. Si bien en los años 40 y 50 ya ostentaba una imagen poderosa y atractiva, no fue sino hasta mediados de los 60 cuando consolidó una apariencia mucho más aguerrida e imponente, misma que alcanzó su madurez y sublimación estilística durante la siguiente década.
 
Una atinada mezcla de extravagancia, exclusividad y opulencia extrema hicieron de ella la embajadora plenipotenciaria del jetsetter style, en el que lo moderno y lo antiguo (María era una gran conocedora de los textiles históricos) se unieron para sublimar la belleza y personalidad de una mujer fuera de serie. Vestidos Haute Couture de Christian Dior, complementos confeccionados en piel y seda por la casa Hermès, joyas impresionantes firmadas por Cartier y engastadas con diamantes e historias asombrosas... Sólo María Félix fue capaz de trazarle la ruta a la moda y no permitir que fuera al revés. Una raya en el agua, eso fue "La Doña", y su estilo -tan ovacionado como criticado, pero imposible de emular o ignorar- es prueba fehaciente de que los gigantes mueren, pero nunca se van.