Por Minerva Isa (m.isa@hoy.com.do)/Tomado de Hoy Digital
El negocio de las
falsificaciones, alarmantemente próspero en el país, tiene su más cruel y
nociva expresión en la adulteración de medicamentos, un delito sin
límites ni fronteras, de alta rentabilidad y menor riesgo que el
narcotráfico, al que se equipara por los beneficios millonarios que
genera, por las muertes silenciosas que provoca.
Muertes lentas que no quedan registradas en el saldo mortal de la ola delictiva.
Asesinatos por igual, no con
tiros en un ajuste de cuentas, las víctimas caen abatidas gradualmente
con fármacos simulados con un polvillo blanco, menor dosis o ninguna
sustancia activa. Muerte insospechada, ocasionada día tras día con un
medicamento falsificado, aunque algunos suelen tener efectos letales
inmediatos.
Con el tráfico ilícito de
productos farmacéuticos, delincuentes encorbatados se enriquecen sin
grandes sobresaltos y poca inversión. Utilizan ingredientes baratos y no
incurren en costos asociados con la garantía de la calidad o la
fabricación segura.
Esta actividad criminal se
incrementa impunemente en República Dominicana, uno de los países con
mayor falsificación de medicinas en América Latina, por la permisividad,
los deficientes sistemas regulatorios de vigilancia y supervisión de la
calidad y venta de productos médicos.
El Ministerio de Salud Pública, a
través de la Dirección de Drogas y Farmacias, no tiene control de la
situación, demostrándose año tras año la incapacidad del Estado a través
de sus instituciones sanitarias, policiales y judiciales para frenar
este comercio ilegal, erradicar definitivamente la falsificación de
marcas y fórmulas patentizadas.
Grupos internacionales del
crimen organizado explotan la debilidad y lagunas de los sistemas de
salud de naciones como la nuestra, se infiltran en la cadena de
suministros médicos legales con una oleada de medicamentos falsos que,
en muchos casos, solo se distinguen de los auténticos con pruebas de
laboratorio.
Avalancha. Los seudofármacos, de
producción local o extranjera, que llegan al país hasta con registro
legal, proliferan cual plaga que una que otra vez podan y fácilmente
retoñan, al no ser combatidos con la energía y persistencia que amerita.
Contrabandeados, adulterados,
vencidos y reetiquetados, sin registro sanitario, un alud de
medicamentos peligrosamente falsos que, a la par con el robo de
productos farmacéuticos y la venta de muestras médicas vencidas, ponen
en riesgo la salud, atentan contra la vida. Los falsificadores no
discriminan entre medicinas simples y las determinantes para la
sobrevivencia, adulteran una amplia gama, desde analgésicos hasta las
administradas contra el cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Los daños son severos, de acción
gradual y a veces inmediata, como la muerte de dos personas al
administrársele hace tres años una antitetánica falsificada en un
hospital de la Capital, un hecho confirmado por Salud Pública.
En la ocasión se demandó de ese
Ministerio una estrategia real y efectiva para detener la producción y
venta ilegal de fármacos, y evitar que se repitan hechos similares.
En vez de decrecer, desde entonces, el mercado ilícito se acrecentó, afectando notablemente al sector farmacéutico dominicano.
Además, estas acciones
delicuenciales tienen otras repercusiones negativas. Ha sido aprovechada
por multinacionales farmacéuticas y gobiernos de sus respectivos países
para desvirtuar el concepto de la falsificación y vincularlo a las
patentes de invención.
Sin barreras. La globalización
quita barreras a las falsificaciones, amplía las redes de distribución,
pero por su complejidad, los medicamentos falsos resultan difíciles de
rastrear.
El avance tecnológico facilita
su producción masiva a precios más bajos, permite reproducir etiquetas y
empaques de calidad. Internet agiliza la comercialización de estos
asesinos silenciosos que sin valladares cruzan la frontera.
Entidades de salud, como la
Alianza Europea para el Acceso a Medicinas Seguras, han advertido que
muchos fármacos vendidos con receta por la web son falsos.
A través de las redes o del
comercio tradicional, el tráfico de medicinas falsificadas constituye
una industria global que genera miles de millones de dólares, dirigida
principalmente a los países en desarrollo de frágil institucionalidad
como RD.
Perjuicios. Los falsificadores
engañan de manera deliberada y fraudulenta en cuanto a su identidad,
origen o contenido de los medicamentos falsos o adulterados, etiquetados
para ser vendidos como auténticos. Están compuestos por ingredientes
sin efecto terapéutico, al no tener la sustancia activa o en proporción
insuficiente, e inclusive poseen elementos tóxicos.
En el país no existe data del
porcentaje de fármacos adulterados y sus concentraciones, pero los que
incurren en esta acción criminal invierten poco, los sustitutos de la
sustancia activa son a veces inocuos, aunque nocivos por la ausencia de
la acción terapéutica.
Para fabricarlos utilizan
diversas sustancias, entre las menos dañinas figuran azúcar, tiza y
harina de trigo, entre otros componentes.
Las medicinas falsificadas como
las de baja cuestionada perjudican a los pacientes, pues no reciben el
tratamiento requerido. Su efecto es desastroso en enfermedades graves al
aumentar la resistencia, como ocurre con antibióticos falsos en
patologías infecciosas.
Fármacos robados como los
obtenidos ilegalmente con frecuencia se venden a la luz pública, por lo
que los falsificados pueden ser tomados por medicinas robadas y, por
tanto, baratas pero auténticas.
Respuesta ineficaz. Una y otra
vez, la Asociación de Representantes, Agentes y Productores
Farmacéuticos (ARAFP) denuncia la proliferación de negocios dedicados a
comercializar medicamentos falsos, pero esas voces quedan en el vacío o
sin respuestas eficaces.
Desde hace años se fabrican y
mercadean en Moca, Santiago, Bonao, Salcedo, en diversos sectores
capitaleños como Herrera, Los Alcarrizos, Villa Consuelo y otros con
laboratorios “de patio” o de más categoría. Al negocio se incorporaron
decenas de distribuidoras farmacéuticas “fantasmas”, algunas de las
cuales obtuvieron fraudulentamente registro legal.
Retoñan. En ocasionales
operativos de Salud Pública, el Departamento de Investigaciones y
Falsificación de la Policía y la Fiscalía Especializada en Salud
clausuran laboratorios y farmacias, pero siempre retoñan en otros
lugares.
Hace unos días, el 4 de julio,
hubo que utilizar dos camiones y ocho camionetas para trasladar miles de
cajas de medicamentos sin registro sanitario incautados en una
distribuidora de Santiago, con un valor millonario. ¡Solo en una!
En un laboratorio de Santo
Domingo Este se descubrió que seguía funcionando de noche, pese a que
fue cerrado hace dos años. En otro, ubicado en Villa Francisca, su dueño
escapó, comprobándose que había sido arrestado por igual delito.
Los seudofármacos se venden
mayormente entre la población pobre, atraídos por su menor precio,
también en laboratorios y farmacias de áreas residenciales, algunas
temporalmente clausuradas en uno de los esporádicos operativos, tan
ineficaces que se consideran pura alharaca.
¡Siempre retoñan!