El presidente sostiene que la intervención, ampliada a Sira, “no es solo una lucha de América”
Objetivo: veteranos de Bin Laden
Marc Bassets Nueva York 23 SEP 2014 – 23:21 CEST334
Obama explica la operación militar contra el Estado Islámico. / Reuters Live!
Con los primeros bombardeos en
Siria, en la madrugada del martes, Estados Unidos entra en una guerra
civil que evitó durante años. Más de 190.000 muertos y más de tres
millones de refugiados después, los avances de Estado Islámico (EI) han
alterado los cálculos de Washington. En vísperas de la Asamblea General
de la ONU, que esta semana congrega en Nueva York a más de 140 líderes
mundiales, el presidente Barack Obama autorizó una intervención aérea en
las regiones controladas por los radicales suníes.
La intervención, que cuenta con
el apoyo de cinco países árabes, pone fin a tres años y medio de
titubeos. Obama, que en agosto ordenó bombardeos en el vecino Irak para
frenar los avances del mismo grupo, es un presidente en guerra: excluye
de momento el envío de tropas de tierra a Irak y Siria, pero el
repliegue de los últimos años y la voluntad de acabar con el estado de
guerra perpetua posterior al 11-S están en cuestión.
Estados Unidos, como anticipó
Obama en un discurso a la nación el 10 de septiembre, ataca en Siria,
pero el guión es distinto al que se preveía hasta hace poco. El objetivo
de los ataques no es, como estuvo a punto de ocurrir en septiembre de
2013, el régimen de Bachar el Asad, sino grupos que se le oponen, como
el EI y Jorasan, una organización afiliada a Al Qaeda que, según la Casa
Blanca, preparaba un atentado inminente en Europa o EE UU.
EE UU no ha pedido permiso al régimen sirio: se ha limitado informar a su embajador ante la ONU
Quienes en 2011, cuando estalló
la guerra civil en Siria, planteaban en Washington una intervención lo
hacían en el contexto de las primaveras árabes: las revueltas populares
contra regímenes autoritarios. La resaca de aquellas revueltas y el auge
islamista modifica las prioridades: primero, frenar a los yihadistas
que aspiran a crear un califato; Asad, cuya dimisión Obama pidió por
primera vez hace tres años, puede esperar.
Obama autorizó los bombardeos el
jueves pasado, tras visitar la sede del Comando Central de EE UU en
Florida, responsable de Oriente Próximo y el norte de África en las
Fuerzas Armadas norteamericanas. Los ataques llegaron, primero, con
misiles Tomahawk lanzados desde barcos de guerra en el mar Rojo y el
golfo Pérsico, y después con cazas, bombarderos y aviones no pilotados,
según el Pentágono.
Los ataques destruyeron
objetivos del EI —combatientes, campos de entrenamiento, almacenes,
centros de mando y vehículos— cerca de Raqqa, capital de facto de los
integristas en Siria, y en otras ciudades del este y el norte del país.
Los objetivos de Jorasan se encuentran cerca de la ciudad siria de
Alepo, e incluyen campos de entrenamiento, fábricas de municiones y
centros de comunicación.
Bahréin, Jordania, Arabia Saudí,
Qatar y Emiratos Árabes Unidos participaron o apoyaron los ataques
contra el EI. “La fuerza de esta coalición deja claro al mundo que esta
no es sólo una lucha de América”, dijo Obama en Washington antes de
volar a Nueva York para participar en la Asamblea General de la ONU y en
otras reuniones con líderes internacionales.
La fuerza de esta coalición deja claro al mundo que esta no es sólo una lucha de América”
Para Obama, es fundamental el
mensaje de que la operación contra los insurgentes cuenta con el
respaldo de una coalición internacional de más de 40 países —incluidas
varias potencias árabes suníes— y que no opone a EE UU contra el EI sino
al mundo árabe y musulmán contra el EI.
Que la intervención haya
comenzado justo antes de la gran semana de la ONU —la organización
encargada de preservar la legalidad internacional— coloca a Obama en una
posición delicada. Al contrario de lo que ocurre en Irak, en Siria no
está clara la base legal. Los bombardeos en Irak responden a una
invitación del Gobierno de este país. En Siria no existe tal
ofrecimiento. EE UU no ha pedido permiso al régimen sirio: se ha
limitado a informar a su embajador ante la ONU. Washington también
informó al Gobierno iraní aliado de Damasco y adversario de los
yihadistas. La Administración de Obama sostiene que, de acuerdo con el
artículo 51º de la Carta de la ONU, la defensa de Irak, EE UU y sus
aliados ante la amenaza del EI justifica la misión.
EE UU no ha pedido una
autorización al Consejo de Seguridad de la ONU: Rusia, aliada de El
Asad, podía vetarla. El presidente tampoco ha requerido un voto al
Congreso de EE UU en apoyo a la misión: la Casa Blanca cree que le
ampara la autorización a George W. Bush para usar la fuerza contra Al
Qaeda tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Obama quiere usar la visita a la
ONU para reforzar la legitimidad de la operación. Este miércoles
pronunciará su discurso anual ante la Asamblea General y presidirá una
reunión del Consejo de Seguridad en la que intentará aprobar una
resolución para perseguir a los combatientes extranjeros del EI.
Sin la cooperación abierta del
régimen de Bachar el Asad ni tropas de tierra fiables, es una incógnita
si la intervención aérea bastará para derrotar al Estado Islámico. “No
es posible conocer la duración de estos despliegues y operaciones”, ha
admitido Obama al Congreso. El final de esta guerra no se vislumbra.
Nuevo objetivo: veteranos de Osama Bin Laden
Óscar Gutiérrez
Que Al Qaeda está presente en
Siria es un hecho; que su líder, Ayman al Zawahiri, bendijo al Frente al
Nusra como su filial en el país, también. Pero la relevancia del grupo
Jorasan, vinculado también a la red terrorista internacional, no era tan
evidente. Al menos hasta el martes, tras notificar EE UU que en la
operación sobre territorio sirio habían atacado a un entramado de
veteranos de Al Qaeda bajo el nombre de Jorasan, para evitar un posible
ataque inminente contra EE UU e intereses occidentales.
Al frente de estos
experimentados terroristas se encuentra el kuwaití Mohsin al Fadhli, de
33 años. ¿Veterano? Según la inteligencia estadounidense, con sólo 19
años fue de los pocos en conocer los planes de Osama bin Laden para el
11 de septiembre de 2001. Desde hace dos años, Washington ofrece 5,5
millones de euros por pistas sobre su localización. Fue encarcelado en
2003 en su país natal vinculado a la financiación y entrenamiento de
terroristas en Afganistán. Tras coger las riendas de Al Qaeda en Irán
durante 2011 y 2012, Al Fadhli viajó a Siria.
Hasta ahora, la única filial de
Al Qaeda en Siria reconocida de forma pública por Al Zawahiri era Al
Nusra. Las discrepancias entre el Estado Islámico y Al Qaeda Central han
borrado, de momento, sus raíces comunes. Pero en la sombra, según
coincide la prensa árabe y analistas con acceso a servicios de
inteligencia, está Al Fadhli y el grupo Jorasan —nombre histórico de un
pedazo de tierra entre el noreste de Irán y varios países del Asia
Central—.
El grupo, poco interesado en
hacer caer al régimen sirio, está formado por yemeníes, paquistaníes y
afganos, principalmente. Su objetivo: captar pasaportes para la yihad
global, esto es, reclutar a extranjeros, entrenarlos y lanzarlos de
vuelta a casa para perpetrar atentados.