Política y juventud
Por Víctor Mateo Vásquez
Hablar
de política desde el punto de vista teórico, es referirse a la más
noble ciencia de la humanidad. Aquella que “profesa el bien común”, como
han sostenido tantos textos, autores y personajes de la historia. Sin
embargo, desde que el ser humano existe está en ejercicio político, es
decir, el hombre –ambos sexos- es un animal político por naturaleza, tal
como lo describió el gran Aristóteles.
Hoy,
en pleno año 2016, el descrédito que injustamente recibe tan bella
ciencia, hace que los jóvenes la desprecien, la maldigan y hasta la
aborrezcan, cuestión que contradice la definición misma de dicho
concepto. De forma injusta, alegre e irresponsable, hay quienes se han
encargado de enlodar el accionar del hombre, cuyo único fin ha sido el
de históricamente sobrevivir procurando la satisfacción de necesidades
propias y colectivas.
Alrededor
del mundo, son muy pocos los jóvenes que dentro de miles de millones de
personas, se integran con ímpetu, valor y orgullo a representar los
intereses de sus naciones, pues los actores políticos se han encargado
de hacer de la misma “la peor” de las ocupaciones del hombre en
sociedad. En definitiva, ejercer la política no es un atractivo para
quienes más importa y constituyen, a la vez, el mejor activo con que
cuenta un país, una patria o nación: los jóvenes.
En
el ámbito local, la política desde el punto de vista pragmático no
escapa de servir solamente para que quien la ejerza se beneficie
económicamente de ella, pues para lo único que resulta ser “político”,
es para gozar de mejor estabilidad financiera y social. Es decir, ser
“político” es una opción de riqueza y “bienestar”, tal como ser pelotero
o artista úrbano.
A
pesar de la triste realidad en la que vivimos, aun hay esperanza de que
la Patria de Duarte, Sánchez y Mella, junto a los valores de Bosch y
otros tantos héroes, no se vea diluida por negligencia de gente sin
escrupulosos, dispuesta a cualquier cosa con tal de ver cumplir sus
objetivos personales, no los generales como ente colectivo.
Finalmente,
juventud, aún nos queda mucho por recorrer. A pesar del cambio que
impone el tiempo de manera natural, está en nuestras manos el presente y
el futuro de nuestra nación. Debemos adentrarnos en los temas que
afectan a la sociedad. Tenemos que involucrarnos en todos los procesos
de la vida nacional. No permitamos, pues, que perezca el orgullo de
decir que ¡somos dominicanos!
¡Que viva la juventud del mundo!
¡Que viva la juventud dominicana!
¡Que viva la República Dominicana!
Víctor Mateo