20/02/2024 00:00 | Actualizado a 20/02/2024 00:00
Los resultados de las recientes elecciones municipales evidencian una seria crisis de representación polítia en la República Dominicana. El ganador indiscutible fue la indiferencia ciudadana, la abstención.
Es innegable que la mayoría de los dominicanos no se siente representada por ninguno de los más de 30 partidos reconocidos por la Junta Central Electoral (JCE).
En las elecciones municipales del domingo último, votaron menos dominicanos que en las del 2020, con todo y la pandemia. Hace cuatro años había 7.4 millones de inscritos, votaron 3.6 millones, para un 49%, con una abstención de un 61%.
Actualmente hay 8.1 millones de inscritos, votaron 3.7 millones para un 46%, con un 54% de abstención, pero en los 11 municipios más poblados, la abstención alcanzó 63%.
El Distrito Nacional, Santo Domingo Este, Oeste, Norte, Santiago, La Vega, San Pedro de Macoris, San Francisco de Macorís, Los Alcarrizos e Higuey, suman 3.7 millones de votantes. De esa cantidad, solo votaron 1.3 millones, para una abstención de un 63%.
En el Distrito Nacional, donde hay más votantes registrados, 918,021, solo votaron 336,186. Carolina Mejía se reeligió con 201,820 votos, 581,835 capitaleños decidió ignorar las elecciones.
En Santiago, donde hay 502,683 votantes registrados, solo votaron 160,613, para un 68%, entonces 342,070 no votaron. ¿A quién representan los alcaldes electos?
Prostitución política
La relación entre candidatos y electores es estrictamente transaccional, el candidato “compra” el voto, el votante recibe su dinero y punto, “ni me debes ni te debo, si te he visto no me acuerdo”.
El candidato aporta el indignante pica pollo, los 500 pesos y el pote de ron. Cada vez menos dominicanos están interesados en esa humillante oferta. Quien no está interesado en el pica pollo no vota, porque la responsabilidad del candidato termina cuando compra el pica pollo.
La apatía de los votantes se explica en el hecho de que los candidatos no establecen ningún compromiso con ellos. Es como una elección de plantación, donde los peones eligen libremente al mayoral.
Una vez electo, el nuevo mayoral olvida a los electores y se postra a los pies de los dueños de la finca, personajes que los votantes no conocen.
“Es tiempo de abandonar políticos egoístas y completar nuestra tarea a tiempo para asegurar un mejor futuro. Para nuestro futuro y el progreso de esta nación”, dijo Máximo Padilla, el presidente del Comité del Dominicano en el Exterior.
Las consecuencias de esa relación ausente entre electores y elegidos es un deterioro total del sistema partidario.
La oposición
en desbandada
La oposición no logró articular ninguna propuesta, no presentó ninguna visión que estimulara a los ciudadanos a salir de su casa y hacer una fila para votar. El gobierno, desde luego, como el principal empleador y administrador del presupuesto nacional, ganó en 120 de las 156 alcaldías municipales que se decidieron en las elecciones.
En solo cuatro años, en la oposición, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se desinfló, de 65 alcaldías que ganó en el 2020, bajó a 16. El gobernante Partido Revolucioario Moderno (PRM), en cambio, creció de 81 a 120 alcaldías.
Las elecciones también representan una especie de “crónica de una derrota anunciada” para el candidato presidencial del PLD, Abel Martínez, actual alcalde de Santiago de los Caballeros. Martínez invirtió mucho tiempo y se puede decir que todo su capital politico en la candidatura a la alcaldía de Víctor Fadul, que sufrió una ruinosa derrota.
Fadul obtuvo 59,600 votos y el candidato oficialista, Ulises Rodríguez 97,000, pero el gran derrotado fue Martínez, porque quien pierde en su pueblo, nunca ganará en la nación.
Esa candidatura presidencial naufragó en el puerto, antes de zarpar; las elecciones municipals se presentan como la mejor encuesta, el mejor termómetro para medir las elecciones presidenciales y legislativas de mayo.
El futuro
En la oposición, el PLD era un pequeño partido con una gran estrategia, llegó al gobierno, comenzó a emplear gente y se convirtió en un gran partido.
En el 2020 el PRM, con solo seis años de fundado, capitalizó la división y el desgaste peledeísta; llegó al poder y, administrando el presupuesto nacional, ahora se consolida como la principal fuerza política nacional.
El PLD dejó de administrar el presupuesto nacional en el 2020 y en tan solo cuatro años alcanzó el mismo tamaño que tenía antes de llegar al poder.
El PRM celebra el fracaso de la clase política completa, que no logra entusiasmar a los votantes a participar en el proceso electoral.
Y la oposición acusa al gobierno de hacer exactamente lo que ellos hacían cuando eran gobierno: usar los recursos del Estado.
La cultura política clientelista, impuesta desde el poder, parece que garantizará el triunfo del PRM en las elecciones de mayo próximo. Y así será hasta que se desgaste y divida, como ocurrió con el PLD.
Faltan tres meses para las elecciones de mayo que, en política, son como tres vidas eternas, muchas cosas pueden pasar que escapan al control del gobierno.
El triunfalismo, dice una amiga muy querida, es el principal pecado que puede cometer un politico medianamente sensato.
El triunfo de José Francisco Peña Gómez estaba absolutamente seguro en 1996, pero Joaquín Balaguer pactó con el PLD y un desconocido, Leonel Fernández, ganó las elecciones.
Factores internos y externos pueden hacer crisis, el PLD se puede unir bajo Fernández y dar otra sorpresa, eso es esencialmente la política, una caja de sorpresas.