Santo Domingo - sep. 27, 2024 | Diario Libre
Érase una vez un partido que presumía de disponer de "una fábrica de presidentes". El cuento no tuvo final feliz como bien saben los peledeístas, que vieron como uno a uno se desvanecían los candidatos entre zancadillas internas, rencillas personales y ambiciones infundadas. (Claro, entre otras indelicadezas).
Y así, pasaron los meses y los años, y también pasaron las urnas por encima de sus cálculos y se coló hasta llegar al Palacio un candidato al que atribuían el mismo carisma que una tayota.
Como ya las fábulas con moraleja no se estudian en los colegios, los presidenciables perremeístas quizá no sepan anticipar lo que sus ambiciones tempraneras pueden traer.
Para empezar... son demasiados. Algunos tan inverosímiles que es difícil entender por qué piensan que pueden aspirar a dirigir un Estado. Otros, con posiciones que les dan visibilidad y fondos, se están olvidando de que el tiempo por delante es largo y que no están donde están para trabajar para su proyecto personal. No todavía. Que tienen tres años largos por delante para empujar el gobierno de Abinader. Porque como le vaya a su presidente en este segundo periodo, les irá a ellos en las elecciones de 2028.
No parecen dispuestos a sacrificar medio punto de popularidad en sus propias encuestas. Defender la reforma fiscal o la laboral, opinar sobre la constitucional, hacer piña sobre las exenciones fiscales que se barajan (ellos saben cuáles son, se supone), sacrificar diputados... Todo tiene un costo y hay que estar dispuesto a pagarlo si se tienen convicciones.
No cuentan los presidenciables con el factor que probablemente defina el final de la carrera: ¿a quién apoyará el presidente Abinader?
Ensimismados en su ombligo, los presidenciables pueden estar creando las condiciones para que alguien se cuele. (Ya ha pasado antes).