José Rafael Lantigua
Santo Domingo - Diario Libre
Imagen de la Virgen de Las Mercedes. (Fuente externa)
No hubo batalla entre indígenas y españoles en el Santo Cerro; la cruz que allí se venera no guarda relación ninguna con esa falsa batalla ni con la embustera afirmación de que los indios intentaron destruir e incendiar el símbolo de la cristiandad. Y tampoco es cierto que la imagen de la Virgen de las Mercedes se apareciese en medio de la “batalla” para defender a los españoles e impedir que los indios ganasen la misma.
Bernardo Pichardo, ya hoy olvidado, con su Resumen de Historia Patria, libro de texto en la educación secundaria por varias décadas, se hizo eco de este relato y así se transmitió a generaciones de estudiantes, la mayoría de los cuales ponían en dudas esa supuesta aparición de Las Mercedes a favor de los conquistadores y en contra de los indefensos pobladores de la nación originaria. Destaco que el texto de Pichardo es valioso, de anotaciones breves y precisas, pero estaba en boga lo de la aparición y la leyenda del Santo Cerro, y todavía no se habían realizado las evaluaciones que luego demostrarían las falsedades de esa historia.
Lo cierto fue que los indios se encontraban sublevados por el apresamiento de Caonabo y por todas las injusticias que sufrían a manos de los españoles. Enterado el Almirante de que alrededor de diez mil indígenas -algunos calcularon que por el orden de los cien mil- estaban atrincherados, invitó a su hermano Bartolomé y al indio traidor Guacanagarix para ir a enfrentar a los subordinados. Colón estaba en La Isabela, de donde partió con doscientos hombres, veinte caballos y veinte perros de presa. Los indios, a su vez, estaban comandados por Manicaotex, hermano de Caonabo. Numéricamente, eran muchos más que los españoles, pero los indios no tenían vocación ni entrenamiento para guerrear, eran de naturaleza pacífica, aunque ya estuviesen hartos de las tropelías de los conquistadores. Lo que se dice pelear, no sabían.
Fray Bartolomé de las Casas dice que el encuentro entre indios y españoles se produjo a diez leguas de La Isabela, por lo cual investigadores históricos determinaron que la batalla tuvo lugar en la cercanía de Esperanza y de la desembocadura del río Mao, pero nunca en el Santo Cerro. Pierre Francois Xavier de Charlevoix cree que esa batalla se desarrolló en un lugar cercano a Santiago. Y el historiador haitiano Emile Nau escribió que el hecho ocurrió en “una vasta llanura, cuya maleza había sido quemada en la víspera”. Emiliano Tejera entiende que “ese punto de la banda occidental de la gran vega real es la gran cuenca del Yaque”. El historiador santiaguero Edwin Espinal, que hizo un descenso sobre el terreno, aclaró que “la distancia entre La Isabela y Esperanza es, coincidencialmente, de aproximadamente diez leguas o 55.7 kilómetros”. Espinal especifica que existen dos cerros “bien situados”, desde donde se logra una visión de 360 grados de la “vega real”, ubicados en La Huasimita, Batey Uno de Esperanza, que pudo ser el punto exacto de la batalla. Lo que sí ocurrió fue una matanza brutal, salvaje, de los españoles contra los indios. Con sus arcabuces asesinaban a los cuerpos desnudos de los indígenas; con sus espadas atravesaban a varios hombres a la vez, indefensos y desarmados; con sus caballos aplastaban a los moribundos; y con sus perros rabiosos, entrenados para matar, consiguieron despedazar del cuello a los pies, a otros muchos. Hubo millares de muertos y los sobrevivientes, apresados.
La confusión, según afirma César Arturo Abréu Fernández, proviene de que Colón llamó “vega real” a todo el valle que cubría el “paso de los hidalgos”, que es el camino abierto en la cordillera septentrional para transitar desde La Isabela hacia el interior de la isla. De modo que la “batalla”, que no fue tal, sino matanza inmisericorde y bárbara, tuvo lugar en la “vega real”, a diez leguas de La Isabela, pero no en territorio de lo que hoy es la provincia de La Vega, ni mucho menos en el Santo Cerro.
Los otros mitos son el de la cruz y el de la aparición de la Virgen de las Mercedes. Parece que hay tres responsables de esta leyenda: el obispo Rocco Cocchia, quien abonó su historia con falsos aconteceres; Carlos Nouel que la difundió; y Antonio del Monte y Tejada, que la repitió sin ningún fundamento. Es Cocchia quien hace el relato, enfatizando que los indios eran muchos y los españoles “cortos en número”, de modo que “era preciso que se obrara un milagro que pudiese detener los esfuerzos de tanta muchedumbre”. Es Cocchia quien difunde la aparición de la Virgen de las Mercedes, tomando como referencia el testimonio del padre Juan Infante, que pertenecía a los mercedarios, la orden que introdujo la devoción a la Virgen de las Mercedes en la isla. Infante era el confesor de Colón y fue quien, al conocer el fuerte de la Concepción de La Vega, observó la belleza del valle desde el cerro y colocó una cruz de gran tamaño en la cima, a la vez que construía una ermita para venerar a la Virgen de las Mercedes. Eso ocurrió en marzo de 1495. Con el paso de los años, la Orden de la Merced fue creciendo y la devoción a Las Mercedes también, por lo que en 1615 la Real Audiencia declaró a esa advocación de la Virgen María, patrona de Santo Domingo y de la isla. Originalmente, su festividad se celebraba el 8 de septiembre, pero a partir de 1710, por Cédula Real, la festividad se movió al 24 de septiembre, de modo que mañana sábado se conmemorarán 312 años de que Las Mercedes se celebre en esa fecha, aunque hace 407 años que ella fue declarada Patrona de la Isla.
Aunque algunos historiadores cayeron en el error de repetir los yerros de Rocco Cocchia, otros no aceptaron nunca esa versión, sobre todo cuando algunos cronistas, como el padre Las Casas, nunca mencionó el ultraje de los indios a la cruz, ni la supuesta aparición de la Virgen. Esa cruz que se plantó, por primera vez en América, en el Santo Cerro, no guarda relación alguna ni con la batalla, ni con la aparición de la Virgen, ni con el triunfo de los españoles sobre nuestros aborígenes. El padre Infante pudo haber difundido la especie de la aparición, llevado tal vez por su piedad o algún arrebato místico. Los historiadores veganos Mario Concepción y Francisco Torres Petitón, siempre dieron categoría de leyenda a este relato de Cocchia, sin dejar de valorar la gran significación del hoy Santuario a la Virgen de las Mercedes en el Santo Cerro. La Iglesia dominicana puede aceptar que ocurrió allí alguna manifestación mariana, tiene al Santo Cerro como un espacio de veneración de Las Mercedes, tradición de cinco siglos, y celebra que en el mismo lugar se plantara la primera cruz, símbolo de la fe católica. Pero, como bien dijo el siempre recordado monseñor Juan Antonio Flores: “Claro que la Virgen María no iba a estar contra esos pobres indígenas”.
LIBROS
Historia de las Indias
Bartolomé de las Casas, Sociedad de Bibliófilos, 1987, tres tomos: 1,658 págs. El monumental relato histórico del padre las Casas, sobre todo el movimiento de conquista y colonización en la isla, y su firme defensa de los aborígenes.
Apuntes sobre La Vega desde la óptica de un historiador vegano
Francisco Torres Petitón, Ediciones Ferilibro, 2009, 177 págs. Inolvidable celebrante de la vida y la historia de la Concepción de La Vega, quien inicia este libro informando sobre la Santa Cruz y la Vera Cruz, a más de la festividad de Las Mercedes.
La Vega Histórica
Jovino A. Espínola Reyes, Ediciones Ferilibro, 2005 y 2009, dos volúmenes, 691 págs. La más completa historia de la ciudad de La Vega, escrita por uno de sus intelectuales más brillantes, profesional que fuese también de la odontología, inventor, articulista y luchador contra la intervención de 1916.
José Rafael LantiguaJosé Rafael Lantigua
Escritor y gestor cultural. Escribe poesía, crónica literaria y ensayo. Le apasiona la lectura, la política, la música, el deporte y el estudio de la historia dominicana y universal.