miércoles, 20 de agosto de 2025

FEDERICO A. JOVINE: "Tanto nadar, para morir en la orilla"

Federico A. Jovine Rijo

Actualizado a 19/08/2025/LIstin Diario

Tan temprano como agosto de 2020 se comenzaron a ver las fallas del gobierno en materia comunicacional. La vara estaba muy alta. Dieciséis años del PLD habían sido testigos del exitoso desempeño de Rafael Núñez y Roberto Rodríguez Marchena liderando la comunicación estratégica gubernamental –mientras los paradigmas cambiaban–, y de cómo supieron adaptarse a las nuevas realidades sin descuidar aspectos tradicionales de forma y fondo.

Cualquier crítica a ambos es válida –como todo en democracia–, pero que hicieron bien el trabajo, es innegable. Lo del cómo pudiera ser discutible, pero, en política lo que importa es el resultado, no la apariencia.

Así las cosas, la comunicación se convirtió en Talón de Aquiles de este gobierno, quien no pudo articular una estrategia definida a corto y medio plazo; sujetar todos los actores comunicacionales del Estado a la misma; ni mucho menos alinear información y comunicación con objetivos estratégicos. Mientras Archibald trabajaba la prensa del presidente con ecuanimidad y distinción, Homero impuso su visión en DIECOM… y las agencias contratadas hicieron su agosto.

El gobierno tenía una idea preconcebida de cómo debía funcionar la comunicación en la era de la inmediatez y la banalidad de las redes sociales, y apostó todo a la propaganda y el autobombo. “1984” sigue siendo inspiración al momento de imponer un discurso y una verdad, pero, en la etapa de transición que vivimos, incluso los “infomakers” se antojan complementarios frente a medios tradicionales, que, tal vez no generan tendencias ni reacciones masivas que apenas duran horas, pero si aportan los insumos informativos necesarios para sostener y mantener las discusiones virtuales.

Con una comunicación dispersa y cada institución comunicando lo que quería, la última noticia mataba a la anterior, y la siguiente a la presente. El gobierno no era capaz de imponer, ni mucho menos contener o mantener cualquier relato. En Palacio confundieron colocación con comunicación, y todos los esfuerzos se dirigieron a coquetear con un sector en detrimento de otro (la evolución de “La Semanal” es el mejor ejemplo); creyendo que controlarían las masas no con discursos, sino con figuras; importantizando quién sobre qué.

El paradigma cambiará, obvio que sí, pero no a la velocidad que indican los desembolsos y colocaciones palaciegas. Al apostar todo a un sector –y descuidar el otro–, los puentes quedaron rotos.

La designación de Félix Reyna, Alberto Caminero y Abel Guzmán Then constituye, más que un cambio de funcionarios, un cambio de paradigma. Sin descuidar a los nuevos referentes –y seguir profundizando en ello con más rigor y menos carnaval–, el gobierno intentará recomponer sus relaciones con los medios tradicionales, poniendo al frente de su comunicación a veteranos periodistas que sabrán articular canales eficientes, y transmitir con claridad mensajes que lleguen a todos los ciudadanos por igual, porque comunicar ha sido el gran desafío de este gobierno… Y lo sigue siendo.