En los últimos 5 años, el país ha sido testigo de un proceso profundo y decidido para erradicar la corrupción administrativa, un mal que por décadas minó la confianza ciudadana y debilitó las instituciones públicas. El gobierno actual ha asumido este desafío como una prioridad nacional, consciente de que el desarrollo sostenible solo es posible cuando la gestión pública se fundamenta en la integridad, la ética y la rendición de cuentas.
Es muy bochorno ver a los partidos y sectores de oposición criticar los actos de corrupción que se presentan en el gobierno y no aplaudir cuando de manera decidida y sin ocultar el propio gobierno somete dirigentes sin importar la relación partidaria. Realmente el país cambio.
Los actos de corrupción siempre estarán en todos los gobiernos, en todos, ahora bien, la diferencia será entre el gobierno que oculta a sus cercanos y el que de manera responsable somete y deja que la justicia trabaje de manera independiente. Un gobierno ético, no es aquel que debe esperar que su partido deje de gobernar para que les sometan a sus funcionarios corruptos.
Los cambios logrados demuestran que es posible pasar de la sombra a la luz, cuando existe voluntad política y una ciudadanía vigilante. Aunque aún quedan desafíos por superar, los avances actuales sientan las bases para un Estado más justo, eficiente y confiable. Este camino hacia la transparencia no solo combate la corrupción, sino que dignifica el servicio público y fortalece la democracia. Se trata de una transformación profunda que ilumina el futuro del país y reafirma que la integridad es la ruta más segura hacia el progreso.
El presidente de la Republica Luis Abinader y el PRM a pesar de que representa un costo político muy alto han dado muestra que el cambio en materia de lucha contra la corrupción gubernamental no puede ser un discurso de campaña electoral. La señal esta clara, el que la hace lo quitan del gobierno y dejan que la justicia actúe.
Usted puede pensar y decir lo que entienda, pero hay una diferencia.
