Río de Janeiro, 21 feb (EFE).- A una semana de que empiece el Carnaval de Río de Janeiro, uno de los más famosos del mundo, carpinteros, soldadores y pintores trabajan a contrarreloj para tener listas las carrozas de sus comparsas para el lujoso desfile de las escuelas de samba.
Un hombre de unos 50 años de edad, con el pelo blanco y camiseta sin mangas, corta tablas de madera en el taller de la escuela de samba Mocidade Independente de Padre Miguel, en una sala oscura, llena de serrín y con música de fondo, sonando en una radio vieja.
A pocos metros, un soldador se afana en dejar lista una estructura de metal que quiere simbolizar un platillo volante. Al mismo tiempo, un joven mulato trata de arrancar el camión que tirará de la carroza, que no quiere encender, aunque todos saben que acabará funcionando.
El taller de Mocidade en la Ciudad del Samba, como se conocen los almacenes donde todas las escuelas preparan sus carrozas y disfraces, es un frenesí de martillos, clavos, sopletes, tijeras y pegamento.
El Carnaval de la conocida como Ciudad Maravillosa no se limita a disfraces locos y carrozas caseras, tal y como ocurre en la mayor parte del mundo. En Río de Janeiro se celebra a lo grande y los cariocas se lo toman muy en serio.
Esa seriedad se ve reflejada en carrozas gigantes, muñecos impresionantemente altos, disfraces muy elaborados y una competición seria, con jueces especializados, en un estadio diseñado solo para eso: el flamante Sambódromo, obra del laureado arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, con capacidad para 80.000 espectadores (similar a la del estadio del Real Madrid, el Santiago Bernabéu).
Todo ese conglomerado implica un año entero de dedicación plena, que empieza justo cuando acaba el carnaval anterior, y muchas personas empleadas en ello, incluidos carpinteros, soldadores, pintores y modistos, que trabajaban sin cesar, a contrarreloj, para tenerlo todo listo.
Entrar en la Ciudad del Samba, la ciudadela que reúne los talleres de las escuelas de samba situada en la zona portuaria de Río, transporta a una sensación de estar en un complejo de manufacturas, una especie de conglomerado de pequeñas fábricas.
Pero son fábricas distintas a las demás. En ellas hay ilusión, alegría y sonrisas, motivadas por el samba que suena por todos los lados.
El resultado de todo este trabajo mueve también mucho dinero año tras año. En el Carnaval de este año Río de Janeiro recibirá unos 920.000 turistas y cerca de 950 millones de dólares de ingresos, según previsiones oficiales.
Los apartamentos y las habitaciones de hoteles y albergues ya cuelgan el cartel de "completo", aún con unos precios estratosféricos, que llegan a multiplicarse por diez durante el período carnavalesco.
Pero el negocio no acaba ahí. La principal televisión de Brasil, Globo, tiene los derechos de emisión de los desfiles, mientras que una popular marca de cerveza brasileña paga por vender su bebida con exclusividad tanto en las fiestas callejeras como en el Sambódromo y hasta un plan de seguros de salud se anuncia en el lugar de los desfiles como el "plan oficial del Carnaval de Río".
El mundo mira a Brasil en este 2014 por ser la sede del Mundial de fútbol y por ser un país en crecimiento, al que la crisis económica instalada en Estados Unidos y Europa le está afectando muy poco.
El Carnaval de este año se desarrollará en medio de ese interés mediático global y los cariocas quieren mostrar de nuevo al mundo uno de los elementos que más les enorgullecen: su capacidad de divertirse y de desparramar alegría por todos los lados.
Autor: Aitor Álvarez García
Tomado de El Nuevo Diario