/Tomado de Acento.com.do
Pocas veces en la historia reciente se han
registrado tantos anhelos de concertación para un cambo político, como
el propuesto por Guillermo Moreno, coincidiendo con la Convergencia,
pero persisten las dudas sobre la capacidad para concretarlo
Crece en el país la convicción
sobre la necesidad de concertación para constituir un amplio frente que
detenga el proceso de monopolización del poder, por lo menos con una
nueva composición del Congreso Nacional sino puede producir una
alternabilidad a los últimos tres períodos de gobierno, llamados a
prolongarse por siete más.
Guillermo Moreno acaba de
proponer una mesa de concertación sobre bases bastante parecidas a la
plataforma de la Convergencia por un Mejor País, por lo que nadie
entiende las razones por la que no se materializa, a no ser el
predominio de la vocación individualista prevaleciente en los sectores
progresistas y de izquierda.
El diálogo de Guillermo
El jurista Guillermo Moreno,
líder del partido Alianza País y una de las reservas éticas de la
política nacional, acaba de proponer una “mesa de diálogo y concertación
política” para dar fundamento programático a la concertación o
convergencia planteada por otros para cambiar el curso político,
económico y social del país. Comparte el criterio de que por el
monopolio del poder prevaleciente, “ningún sector político, por sí solo,
puede desplazar el partido gobernante y su proyecto de perpetuación en
el poder”, que el presidente del PLD, Leonel Fernández ha proyectado por
lo menos hasta el 2044.
Moreno sostiene que “Al partido
gobernante nadie le podrá derrotar en el terreno del clientelismo y de
las prácticas políticas tradicionales. No se le va a derrotar por el
número de siglas que se sumen en acuerdos de cúpulas o por proclamas o
programas formales de los que luego nadie se acuerda y mucho menos
respetan”.
La condición esencial para
participar en el diálogo que propicia “es que haya identidad en la
necesidad de un cambio político para producir un cambio de rumbo”.
Precisa que la mesa “tiene que avanzar para producir a la brevedad
posible un acuerdo de mínimos que vaya construyendo puentes de conexión y
identidad con y desde la ciudadanía”. Que se debe concertar la
ampliación de los derechos a una educación de calidad, a la salud, la
seguridad social, el trabajo decente, el salario justo, el transporte
seguro, a la vivienda y la alimentación.
Guillermo Moreno deja bien claro
que la concertación no puede ser “para un desplazamiento puro y simple
del partido gobernante, sin asumir expresamente el cambio de modelo y
comprometerse a hacer las reformas y transformaciones que le den un
nuevo rumbo al país”.
Bastantes coincidencias
Tras esos planteamientos se debe
asumir una respuesta pública de los sectores que promueven la
Convergencia por un Mejor País, dada la coincidencia con la agenda
programática que ésta proclamó en su asamblea del 6 de julio, cuando
llamó a concertar un cambio político “que no sólo desplace la
corporación PLD del poder en el 2016, sino que produzca una
transformación profunda del modelo económico, del sistema político y la
sociedad dominicana”.
No sobran las advertencias de
ambas partes, puesto que el pragmatismo político que se ha apoderado del
sistema partidista lleva a muchos a una simple disputa por alcanzar el
poder para reproducir, como ha ocurrido tantas veces en el pasado
reciente, los modelos excluyentes, conservadores, corruptores y
personalistas que han marcado la historia nacional desde la fundación de
la República.
La plataforma de la Convergencia
fue proclamada por ocho agrupaciones políticas, una de las cuales, el
Frente Amplio, ya es la conjunción de otras tantas de la izquierda que
se conformó para las elecciones del 2012. Entre los convergentes está el
Parido Revolucionario Mayoritario (PRM) constituido por los principales
líderes y dirigentes nacionales del dividido Partido Revolucionario
Dominicano, lo que aportaría perspectivas de masas a un frente opositor,
pero también podría transportar la vocación divisionista y los vicios
del viejo sistema de partidos que muchos quieren desplazar. .
Con el agravante de que los
agrupamientos de la izquierda y personalidades progresistas no han sido
inmunes a las prácticas seudo democráticas, los individualismos y la
renuencia al concierto, como se ha demostrado en los intentos de
concertación para las dos anteriores elecciones presidenciales. Para la
última, Alianza País que postulaba a Guillermo Moreno, el Frente Amplio,
con Julián Serulle, Alianza Por la Democracia, que llevó a Max Puig,
Dominicanos por el Cambio, postulando a Eduardo Estrella, y el Partido
Democrático Independiente, con Ismael Reyes, pasaron más de un año
barajando una concertación que al final fracasó. Sólo Moreno pasó del 1
por ciento en la votación del 2012, con 62 mil 290 votos, 1.37 por
ciento
Ni tanto ni tan poco
Cualquier concertación que
aspire a capitalizar el descontento político de amplio espectro tendría
que partir de una base de reformas que contenga el deterioro económico,
político y social, que reivindique la institucionalidad democrática y se
comprometa muy concretamente a desmontar la parcelación y reparto del
Estado, el clientelismo, la corrupción y la impunidad, y plantee el
imperio de la ley.
No puede ser una lista de
propósitos generales, sino una enunciación programática que, por
ejemplo, implique el compromiso de todos sus candidatos a eliminar los
barrilitos, cofrecitos, nominillas, sueldos y pensiones privilegiadas
que llegan a implicar hasta dos cientos veces el salario mínimo estatal,
limitación de los vicecónsules, embajadores y altos cargos y organismos
gubernamentales parasitarios.
Sin pretender una revolución
socialista ni un proyecto autoritario al estilo venezolano, la
Concertación o Convergencia debe programar la reducción de la pobreza y
una mejor distribución del ingreso al estilo brasileño, refundar la
República en el cumplimiento de la Constitución y las leyes y en el
fortalecimiento de las instituciones, como el Poder Legislativo, con
reformas que reencausen los partidos políticos y desmonten la
manipulación de los órganos judiciales, el ministerio público y los
organismos de control.
No pueden ser unas cuantas
páginas apresuradamente hilvanadas, pero tampoco un ampuloso programa
que distraiga la oposición mientras los aspirantes a la continuidad
saturan la ciudadanía de propaganda, con un aparato mediático que genera
fatalismo y resignación. El concierto no puede ser determinado por una
sola fuerza, por más masas que aporte, pero tampoco se puede ignorar la
realidad de la diversidad.
Líderazgo y candidatos
Lo primero que requiere todo
proceso de concertación es de líderes en capacidad de dirigirlo,
sobreponiendo los intereses personales y grupales para armonizar el
conjunto y generar una sinergia que cree nuevas ilusiones más allá del
entorno partidario en amplios segmentos sociales insatisfechos,
abstencionistas o resignados ante el deterioro de la política
partidista y del ejercicio gubernamental.
La Convergencia podría contar
con múltiples aspirantes a candidaturas en todos los niveles, pero para
escogerlas es fundamental un liderazgo con autoridad moral y en
disposición a dar ejemplo de renunciamiento. El antecedente a tener en
cuenta sería el del frente que venció a Balaguer en 1978, bajo el
liderazgo de Francisco Peña Gómez. El poder del peledeísmo en el poder
es tan apabullante como el que encarnaba Balaguer en su período
gubernamental 1966-78, que el PRD solo no hubiese podido relevarlo.
Sólo después de pasar por un
diálogo como el propuesto por Moreno, convocando a todas las fuerzas
políticas y sectores interesados, con bases programáticas para el cambio
de rumbo, deberían discutirse candidaturas de Convergencia. Para
politólogos como Rosario Espinal la escogencia de la candidatura
presidencial no puede implicar una larga campaña ni luchas que
frustrarían la concertación y generarían incertidumbres y desconfianzas.
Algunos favorecen una consulta
popular con el padrón de electores, exceptuando a los militantes de los
partidos del frente gobernante. Hay quienes plantean una “encuesta jumbo
científica” primero con todos los aspirantes y si nadie logra más del
50 por ciento, una segunda rápido con los dos más preferidos. Los 32
candidatos a senadores deberían escogerse por consenso del liderazgo del
frente opositor, incluyendo a representantes de cada partido y a
personas relevantes de los diversos ámbitos sociales, mientras para
diputados y cargos municipales debería imperar la votación democrática
de las jurisdicciones, guardando la cuota propuesta del 25 por ciento
para representación de las minorías.
Fraguar esa concertación no luce
fácil. El desafío es fuerte para los que quieren una opción
alternativa, favorecida en los más diversos sectores nacionales, unos
por cansancio de la gestión peledeísta de tres períodos consecutivos y
cuatro de los últimos cinco, y otros por temor al regreso del doctor
Leonel Fernández, por el poder que concentra, por el desastre fiscal y
la corrupción en que dejó el país y las dudas de que pueda gobernar sin
repetirlos.-