Tomado de Diario Libre
Seis
mil quinientos beneficiarios son 6,500 beneficiarios, y de lo que sea,
será mucho, y más en tiempos de precariedad, en que el peso vale poco y
el dólar se lo lleva todo.
Ahora,
esos 6,500 beneficiarios, considerados uno a uno, deben tener nombre y
apellido. Y esos nombres y apellidos es lo que no se conoce del personal
del sector salud pensionado la semana pasada.
El
chisme anda, y ya se sabe que no se mueve a pie, sino en patineta. Y el
chisme obliga a los detalles. Lo que se dice es que el gobierno quiso
dar un palo, y dio el palo, pero que por rapidez no fue justo ni
preciso.
Incluyó
médicos a los que tal vez falten requisitos y jubiló a otros con todo
el derecho ganado, pero de los cuales el sistema no puede prescindir por
ahora, pues no tienen relevo en sus especialidades. Si las cosas se
hubieran hecho como Dios manda, y Dios manda que las cosas se hagan con
prudencia, analizando casos y situaciones, no existiera por lo bajos ese
debate de incongruencias. ¿Qué hacer, pues? Revisar la lista con más
sentido de justicia y oportunidad, y a cada médico según la
circunstancia, que el problema no es político, sino de salud.