martes, 6 de septiembre de 2016

EDUARDO GARCÍA MICHEL! El discurso de Magín

Tomado de Listin Diario
El nuevo director de Impuestos Internos, Magín Díaz, acaba de pronunciar un discurso lleno de significado y contundencia.

Magín forma parte de un pequeño núcleo de funcionarios designados en posiciones de responsabilidad, dotados de sólida formación, sin que necesariamente coloreen su desempeño técnico con tinte partidario.


Y dijo cosas sobre la tributación como nunca antes se habían dicho. Hay que rogar que pueda ejecutarlas con visión fiscal y de desarrollo, en vez de únicamente tributaria.

Es cierto, como aseveró, que los incentivos fiscales son excesivos. Sólo que son los gobiernos y el Congreso Nacional los que crean esos incentivos, sin que nadie los obligue.

Lo peor es que, al tiempo que se pregona la necesidad de disminuirlos, aprueban otros nuevos cada vez que se les presenta la ocasión. Y a eso se le llama visión nublada por los intereses.

También obedece a la verdad la afirmación de que los bajos salarios dificultan que se cobren más impuestos. La otra cara es que la oferta laboral ha aumentado por la inmigración masiva indocumentada y tolerada proveniente de Haití, lo que presiona los salarios a la baja. Además, las empresas se ven presionadas a pagar bajos salarios para compensar pérdidas de competitividad causadas por la rigidez cambiaria y laboral, y por la existencia de un mercado informal desleal.

¿A qué quejarnos entonces de lo que es resultado de la acción del Estado o de sus políticas? Salvo que se quisieran enmendar y actuar en consecuencia.

Magín muestra indignación porque parte de los profesionales liberales eluden tributar a pesar de generar altos ingresos, y algunas empresas hacen lo mismo por medio de múltiples argucias, y empresas extranjeras dejan de tributar aquí y terminan tributando en sus países de origen.

Es mucha la gente que cree que estas cosas suceden porque los ejercicios de gobierno tienden a concentrarse más en el afán partidario que en el interés general ciudadano.

Has tenido el valor, estimado Magín, de reconocer que “muchos de los planteamientos de sectores y empresas son sensatos. Y con razón hay mucha frustración: hay sectores formales que están siendo destruidos por la competencia desleal de competidores que no pagan impuestos.”

Eso está muy bien porque escuchando se llega a la verdad y al sentido último de las cosas.

Comparto contigo la creencia de que la política tributaria debe concentrarse en cerrar los grandes huecos creados por las exenciones generalizadas.

Eso lleva a la idea de ampliar la base de los tributos, tendiendo a generalizarla, lo que implicaría tener cuidado con los niveles de las tasas, y procurar no afectar el dinamismo de las actividades económicas.

A veces poner ejemplos prácticos resulta conveniente.

Voy a mencionar un caso. El IVA general en España es del 21%, pero el IVA para turismo (transporte, hoteles, y restaurantes) es del 10%. Y se aplica a todo el que consume esos bienes o servicios, nacionales o extranjeros. El resultado es que la gente vive en las calles, abarrota los bares y restaurantes, lo que repercute en mayores recaudaciones.

Aquí ese IVA, más bien ITBIS, es del 18%, más la propina obligatoria del 10%, más la otra propina que la costumbre ha hecho voluntaria, lo cual la dispara por encima del 35%. Así es difícil que una población con poder adquisitivo bajo, ni siquiera respire.

Quien sabe hasta que punto el cobro en efectivo no viene siendo una bajadero a lo que se considera fuera de lo razonable, porque la contraprestación no luce comparable.

Me identifico con tus planteamientos, Magín, pero estoy tratando de darles una visión más general, no tributaria a secas.

Lo que más preocupa a la gente es el para qué se necesitan más recursos.

Las cifras indican que la nómina pública absorbió US$715 millones en 2004, US$1,702 millones en 2008, US$2,234 millones en 2012, y US$3,395 millones en 2015. Y no es para eso que se necesitan más recursos.

Los números reflejan que al sector eléctrico se transfirieron US$477 millones en 2004, US$1,361 millones en 2008, US$1,100 millones en 2012, y US$938 millones en 2015, a pesar de la baja del petróleo y de que los apagones continúan. Tampoco es para eso que se necesita más dinero, pues el Estado debe limitarse a focalizar el subsidio, con lo cual lograría un ahorro sustancial.

En cambio, el gasto de capital ha disminuido cuando es esencial para el desarrollo. Y para eso si se necesitan más recursos.

Qué distinto sería si la sociedad tuviera bajo su mando una contraloría social del gasto público, de modo que cualquier erogación tuviera que pasar el filtro de ese cedazo. Me atrevería a apostar que no hubiera habido gastos asociados al clientelismo como esas transferencias que tanto gustan marcadas por el sello del poder, y tampoco hubiera habido déficit.

Me dirás que ese control ya existe. Y te contestaría que si, pero a causa de la debilidad institucional responde a los que realizan el gasto. Juez y parte, ¿verdad?

Después de todo, Magín, lo importante y trascendente sería poner todas las cartas sobre la mesa, incluyendo el grupo de ases que corresponden a las reformas que fortalecerían las instituciones democráticas.

Con esa mesa llena y equilibrada, y sabiendo que existen problemas básicos que resolver como el eléctrico, cuasi fiscal, transporte, laboral, seguridad social y otros tantos, la decisión sería más fácil.

Si es para resolverlos todos, empezando por el institucional, ¡adelante! En ese caso, sobraría fuerza moral. Ahí estaríamos alineados en el mismo frente.